Deshojando margaritas una vez más

Qúe difícil se nos hace tomar decisiones, especialmente cuando las cosas no van todo lo bien que deberían. A menudo estamos más preocupados en acertar con nuestra decisión que con el hecho de haber decidido de forma correcta. Sí son aspectos diferentes, una cosa es tomar una decisión que siempre implica una renuncia, haciendo un análisis adecuado de la situación concreta y otra cosa es el resultado final tras haber tomado una decisión. Por tanto una toma de decisión correcta puede ser acertada o no, pero para eso hay que tomarla.

Por tanto será muy importante analizar la situación, no autoengañarse, y ser creativo/a. Hoy más que nunca no podemos quedarnos en las típicas y tópicas respuestas antes los complejos problemas que se nos presentan. Por tanto hay que innovar, esforzarse en pensar de forma diferente y «crear» nuevas alternativas que intenten resolver nuestra problemática.

Es aconsejable desconfiar de nuestra propia buena suerte; me explico, igual que no acertamos con una decisión tomada de forma correcta, puede ocurrirnos lo contrario, es decir, podemos acertar (cuestión de suerte) con una decisión tomada de forma errónea. Por tanto, aprender a tomar las decisiones correctas, al margen de su resultado será siempre más fructífero (al menos a largo plazo) que dejar todo al azar.

Cuando tomamos decisiones tendemos a perdernos en múltiples detalles que en demasiadas ocasiones, lo único que nos provocan es caos y nos impiden una toma de decisión más «limpia». Hay que hacer un esfuerzo por centrarse en «lo importante».

Reconocerse, autoevaluarse para ser consciente de quién eres y cómo eres, también será determinante para tu toma de decisiones. Ya que aceptas tu forma de ser, tu carácter, que indudablementer influirán a la hora de decidir.

Con demasiada frecuencia, nos encontramos con personas a las que cada día se les hace más difícil tomar decisiones que afectan a su futuro inmediato. Hablando de empleo y todo lo que le rodea, nos encontramos con casos de todo tipo: hay personas que no hacen ningún tipo de analisis y su toma de decisiones llega a impulsos y empujada únicamente por necesidades a cubrir de forma inmediata; otras personas realizan análisis correctos pero generalmente el miedo a no acertar las retrae; otras (muchas) tienden al autoengaño porque en el fondo saben del coste que supondría tomar la decisión correcta;  muchas otras esperan esa pizca de suerte que les «ilumine» y simplifique la decisión; otras necesitan de una «garantía» para probar aquello que reconocen como alternativa,…son muchos los casos y muchas las personas que de alguna u otra forma «no deciden» sobre su futuro.

Por ejemplo: Si he tomado la decisión de buscar empleo en el extranjero y el requisito que me falta es obtener un nivel más alto de idiomas, tengo que llevar a cabo lo «pactado» conmigo mismo y mejorar mi nivel de idiomas para poder irme con ciertas garantias y para ello me marcaré un plazo de tiempo. En función de si lo consigo o no en ese plazo, tendré que ir tomando otras decisiones. Pero en este ejemplo concreto me encuentro con personas que eternizan los plazos, para evitar tomar la decisión, en este caso de marcharse, y otras que directamente rechazan la idea de aprender un idioma y la utilizan de excusa para ni siquiera acercarse a la misma.

Ha llegado la hora de tomar el mando. Hay que exigirse, mejor dicho autoexigirse, marcarse objetivos y plazos de tiempo. Tomar las decisiones y llevarlas a cabo.